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Epilepsia

junio 23, 2021by Eiler F Bustamante

¿Qué es la epilepsia?

La epilepsia es una enfermedad del sistema nervioso que provoca en las personas ataques repentinos en el cerebro como convulsiones violentas, movimientos incontrolables o pérdida del conocimiento de forma repetitiva. Una crisis epiléptica es una breve actividad eléctrica en alguna zona del cerebro. La epilepsia no es contagiosa; pero cualquier persona puede desarrollar esta enfermedad.

En los Estados Unidos hay aproximadamente 710,000 Hispanos que viven con epilepsia. Cada año se diagnostican más de 150,000 casos nuevos. Una de cada 26 personas desarrollará epilepsia en algún momento de su vida.

La epilepsia no discrimina. Afecta a niños y a adultos, hombres y mujeres, así como a personas de todas las razas, religiones, etnias y clases sociales. Aunque es más común que se diagnostique durante la infancia o después de los 65 años, la epilepsia puede ocurrir a cualquier edad.

Síntomas

Debido a que la epilepsia se produce a causa de la actividad anormal del cerebro, las convulsiones pueden afectar cualquier proceso que este coordine. Algunos de los signos y síntomas de convulsiones son:

Confusión temporal

Episodios de ausencias

Movimientos espasmódicos incontrolables de brazos y piernas

Pérdida del conocimiento o conciencia

Síntomas psíquicos, como miedo, ansiedad o déjà vu

¿Cuál es la causa de la epilepsia?

Esta es una pregunta complicada, ya que carece de una respuesta clara y evidente. A menudo los médicos no pueden identificar con exactitud la causa de la epilepsia en una persona en concreto. Pero los científicos saben que hay algunos factores que pueden hacer que una persona sea más proclive a desarrollar esta afección; entre ellos, se incluyen los siguientes:

  1. Una lesión cerebral, como las derivadas de los accidentes de tráfico
  2. Una infección o enfermedad que repercutió sobre el desarrollo cerebral del feto durante el embarazo
  3. Falta de oxígeno en el cerebro del bebé durante el nacimiento
  4. Meningitis, encefalitis o cualquier otro tipo de infección que afecta al cerebro
  5. Tumor cerebral o accidente cerebro-vascular
  6. Intoxicación o envenenamiento por plomo o alcohol

La epilepsia es una afección que no se puede contagiar (de modo que no te la puede “pegar” nadie). No se trasmite de padres a hijos (o se hereda) del mismo modo que el color de los ojos o el del pelo. Pero una persona que tenga un pariente cercano con epilepsia presenta un riesgo ligeramente superior a desarrollarla que una persona sin antecedentes.

¿Qué es una crisis convulsiva?

La mayoría de crisis convulsivas ocurren sin previo aviso, aunque algunas personas experimentan una sensación extraña, por ejemplo, se les puede revolver el estómago o notar un olor o un sabor raros justo antes de que se inicie el ataque. Esto recibe el nombre de aura. Algunas personas comprueban que hay determinadas cosas que les desencadenan crisis convulsivas, como no dormir lo suficiente o jugar a videojuegos.

A pesar de que sufrir o presenciar un ataque epiléptico puede asustar bastante, este tipo de ataques no son dolorosos. Durante una crisis convulsiva, la persona se puede desplomar, presentar temblores o sacudidas, tensarse y agarrotarse, vomitar, babear y orinar o defecar, al perder el control de los esfínteres.

Hay crisis convulsivas mucho menos llamativas. En estos casos, la persona afectada puede limitarse a clavar la mirada en el vacío o a presentar movimientos espasmódicos en una sola parte del cuerpo. Una vez concluido el ataque, la persona puede sentirse adormilada y no recordar nada de lo ocurrido.

Las crisis epilépticas pueden ser muy diferentes

Focales.

Generalizadas.

Desconocidas: estas incluyen, a su vez, dos subgrupos:

Motoras.

Con pérdida de consciencia.

Sin embargo, desde un punto de vista más general, se suele hablar de:

Crisis que afectan al movimiento: es el caso de la masticación o de movimientos involuntarios de una parte del cuerpo.

Crisis en que se pierde el conocimiento, donde se producen las llamadas “ausencias”: el paciente queda como desconectado por unos segundos.

Crisis atónicas en las que el enfermo pierde el tono muscular.

Los periodos en los que se concilia el sueño o al despertar suelen ser propicios para la aparición de crisis, así como el cansancio, que es un desencadenante, por lo que las personas con epilepsia deben llevar un horario estricto y descansar bien todos los días.

¿Cómo diagnosticar la epilepsia?

El diagnóstico de la epilepsia es clínico, es decir, está basado en los síntomas reportados por el paciente y los testigos de las crisis.

Los exámenes son solo de apoyo diagnóstico y permiten clasificar correctamente el tipo de epilepsia y, en algunos casos, determinar con precisión el foco de origen de las crisis. Algunos de los exámenes utilizados son electroencefalograma, resonancia magnética de cerebro, video monitoreo electroencefalográfico continuo, tomografía por emisión de positrones (PET), evaluación neuropsicológica, entre otros.

Para que el médico determine que una persona tiene epilepsia es necesario que las crisis sean espontáneas, no provocadas por una causa desencadenante concreta y conocida, como secundaria a fármacos, ingesta de drogas, hipoglicemia u otras alteraciones metabólicas.

A partir de la nueva definición de la Liga Internacional contra la Epilepsia (ILAE), basta con que ocurra una sola crisis y la demostración de la existencia de una predisposición duradera a desarrollarlas.

¿Cómo se trata la epilepsia?

El primer paso siempre es el tratamiento farmacológico, una vez el diagnóstico esté confirmado. Esto debe ir asociado a unas pautas de estilo de vida adecuadas, fundamentalmente mantener una higiene de sueño correcta y evitar sustancias tóxicas.

El tratamiento antiepiléptico debe administrarse durante un tiempo más o menos prolongado y no está exento de efectos adversos. Algunas formas de epilepsia responden favorablemente a un tratamiento quirúrgico temprano, que evita años de ensayos infructuosos con múltiples medicamentos.

Existen numerosos fármacos antiepilépticos eficaces. La elección depende del tipo de epilepsia y del balance entre la máxima eficacia y los mínimos efectos adversos.

El tratamiento debe ser controlado periódicamente. Su duración dependerá de los diversos factores que pueden disminuir o aumentar el riesgo de recaída al retirar la medicación. Por ello, cualquier cambio debe hacerse siempre bajo el control del especialista.

El desarrollo de las técnicas quirúrgicas ha abierto nuevas posibilidades de curación para algunos de los casos que no responden bien a la medicación.

 

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